De la “Noticia de los Césares”
a la “Ciudad de los Césares”
“Los hombres de
César buscaron la Ciudad encantada llamada por distintos nombres: Ciudad del Rey Blanco, Sierra del Plata, Ciudad del Oro, Trapalanda y Lin
Lin, entre sus denominaciones, quedó la de Ciudad de los Césares. Hoy
los estudios de historia de la conquista dicen que el Valle de Calamuchita era
considerado como uno de los posibles lugares donde residía un pueblo con
fabulosas riquezas regido por un Rey Blanco de nombre Lin Lin.” / Fuente. Juan Chuit.
De Moussy, V. (1873) - Detalle |
Una ciudad supuesta que se reproduce como
espejismos primero en la imaginación y luego en el espacio. En los primero años
del siglo XVI el espacio de América es desconocido por lo que la imaginación es
enorme.
Sin referencias certeras ni mapas posibles, la
búsqueda se hace imprecisa y la ciudad de la que dijo haber visto Francisco
César se convierte en algo móvil que cambia de lugar viajando desde el Perú
hasta el estrecho de Magallanes y luego, llegando al extremo ya no hay más
rincones donde buscar. A partir de ese momento ya no será una sino una
multiplicación de ciudades míticas.
También son variados los libros y estudios
sobre éste tema presuntamente inacabado.
Lo que sigue es un análisis sobre los
posibles destinos de la expedición de Francisco César y las otras muchas que le
siguieron hasta donde la historia cuenta. Una serie de conjeturas basadas en
otras conjeturas que le permite a esta leyenda que por más de cinco siglos
continúe viva en el imaginario colectivo.
Un
tiempo antes de los Césares
En 1516 Juan Díaz de Solís había descubierto
el Mar Dulce o Río de Solís o Río de la Plata. En 1518 Fernando de Magallanes le
ofrece a Carlos I de España [1],
que luego se pasaría a llamarse Carlos V, la posibilidad de encontrar un paso
para llegar a las Isla Molucas o Islas de la Especiería, que de alguna manera
era la propuesta que Cristóbal Colón había vendido a los reyes católicos. Así
fue que cumpliendo con lo dicho en 1520 unió los dos océanos atravesado el
estrecho que lleva su nombre y lo que sigue es un penoso viaje que completa
Sebastián Elcano llegando a España en 1522.
Ese mismo año el Sebastián Caboto también
acude al rey con idéntica propuesta o sea llegar a las Islas Molucas
atravesando el estrecho aunque todo indica que su interés estaba puesto en
llegar solamente hasta el Gran Río donde, según comentarios de unos náufragos
de la expedición de Solís, habitaba un Rey Blanco que dominaba una gran zona
donde se encontraba una fabulosa Sierra de Plata. En resumen Caboto no tenía en
sus planes cumplir su promesa sino ir por algo mucho más grande que, si lo
hallaba, lo eximiría de futuros pleitos.
Es posible, como dicen otros historiadores,
que la noticia de las riquezas fabulosas la haya recibido ya en América con lo
cual variaría apenas las intenciones del marino, sea como fuere, nunca llegó
hasta el estrecho.
Aparecen tres personajes en la historia que cambiarían
el destino de la empresa de Caboto. Enrique Montes y Melchor Ramírez, ambos
náufragos de la expedición de Solís son rescatados en Santa Catarina y según
sus dichos “hay tanta plata y oro en el Río de Solís, que todos serán ricos.”
“Ellos dieron aviso á Caboto de la presencia en aquel lugar de dos sobrevivientes
de la armada de Juan Díaz de Solís. Al presentarse éstos al jefe de la
expedición creyéronse obligados á ponderarle las decantadas riquezas del Rio de
la Plata, pero no ya en la forma vaga de las noticias suministradas por Braga y
Gómez Arbolancha, sino precisando de una manera clara todos aquellos datos que
habían recogido en su desgraciado descubrimiento. Es indudablemente curioso el
miraje de que padecieron los primeros viajeros que llegaron al Río de la Plata;
ilusionados por los relatos, quizás interesados, de los primitivos habitantes
de la comarca, crearon, allá en el centro de la región bañada por el Paraná, un
verdadero El Dorado, suposición que perduró en las primeras épocas de la
conquista, hasta que poco á poco la verdad desalentadora de la Pampa solitaria
fué esfumando lentamente ese verdadero lenitivo que utilizaban aquellos
admirables conquistadores para mitigar sus fatigas y pobrezas.
Los dos compañeros de Solís, Enrique Montes y Melchor
Ramírez hablaron á Caboto no sólo del Río de la Plata, sino que le mencionaron
por primera vez el nombre del caudaloso Paraná y el de otros afluentes que á él
se reunían, los que tenían nacimiento en las montañas de su país del oro.” [2]
Otro que aparecerá más adelante, que también
formara parte de la misma expedición fue Francisco
del Puerto o Francisco Fernández, grumete que mantuvieron cautivo los indios
luego de atacar a Solís en 1516.
A éste lo encontró - o buscó - Caboto luego de fundar el
puerto de San Lázaro cerca de lo que luego fue Colonia de Sacramento. A partir
de allí Del Puerto sirve como lenguaraz de la expedición.
En Junio de
1527 establece el fuerte de Sancti
Spiritus y en Diciembre
comienza la búsqueda de la Sierra de la Plata. Sube por el Río Paraná llega hasta el Paraguay y sufre la pérdida
de varios tripulantes fruto de una emboscada que hacen los indios de
parcialidad guaraní cerca del río Pilcomayo a los que ayuda Francisco del
Puerto.
Según Toribio
Medina: “(…) el 10 de abril de 1528, a la boca del Río Paraguay, Francisco del
Puerto fue a hablar con los indígenas que invitaron a los españoles a un
banquete al que acudieron entre 16 y 20 marineros, entre ellos el tesorero
Núñez y el mismo Francisco. Pero era una emboscada sobre cuyas motivaciones hay
dos versiones: la de Ramírez, que asegura fue a causa de que se hallaban
temerosos de que los españoles fuesen a vengar la muerte de los compañeros de
Díaz de Solís […]
y la de Caboto, que la atribuía á venganza de Francisco del Puerto por el odio
que había cobrado a Núñez después del desagrado que entre ellos medió. Esta
última nos parece que es mucho más aceptable que la primera […] Según Caboto la
invitación de los indios se verificó después que Francisco del Puerto estuvo
con ellos […]
y por fin porque Francisco del Puerto no regresó a bordo. Quedaría sólo por
saber si a causa de haber perecido también, o si después de vengado ya, volvió
a su antigua vida con los salvajes. Todo induce a creer que fue esto último lo
que ocurrió.”
En el camino de
vuelta se encontró con las naves de Diego García de Moguer que también había
venido a América luego de asegurar que iría a las Islas Molucas. Con dos naves
y un bergantín se dirigió directamente al Río de la Plata con el sueño del oro
en abundancia y sorprendido se encuentra con que alguien se había adelantado. Arriba
al fuerte de Sancti Spiritu e intenta apoderarse de él pero fracasa, sube por
el Paraná saliendo en busca de Caboto. Luego de disputas sobre derechos deciden
emprender juntos la aventura.
Ya con siete
naves volvieron a subir hacia el Pilcomayo pero enterados de una sublevación
aborigen decidieron volver a Sancti Spiritus al que encontraron destruido.
Ambos, García de
Moguer primero y Caboto después deciden regresar a España en 1530. Según De
Gandia solo llevó una pequeña muestra de plata y a cinco indios, entre ellos a Curupao, Carapucá y Chocoví que luego fueron
devueltos a su tierra ya convertidos al cristianismo, o por lo menos eso se
dice.
Caboto había engañado a la corona por lo que
fue puesto prisionero un año juicio de por medio. El marino no podía explicar
el motivo de su falta a menos que tuviera una buena historia que contar. De sus
expediciones hacia el Paraguay no obtuvo más que hostilidades, tres náufragos y
un fuerte carbonizado pero quizá aún pudiera enmendar la falta con otro relato
fantástico y lo tenía.
Ribero, Diego (1529) - Sancti Spiritus |
Encuentro
con los Césares
Expedición de Francisco de César (1528)
Por ese tiempo los conocimientos de los
navegantes y por consiguiente los mapas hacían referencia solo a las costas por
lo que la expedición por tierra era una aventura hacia lo desconocido y además poco
seguro en estas tierras sobre todo teniendo en cuenta lo que le ocurrió a
Solís.
Decidido a salir en busca de riquezas la
atención de Caboto se centró entonces en erigir un establecimiento que sirviera
de punto de partida para las expediciones río arriba. El lugar apropiado lo
encontró a orillas del río Carcarañá en la confluencia con el Paraná. Un mes
después, en Marzo de 1527, ya se habían levantado unas 20 casas y los asuntos
en el incipiente poblado marchaban sin contratiempos. Los marinos ocupaban su
tiempo en el cuidado de los cultivos y cuestiones domésticas. El 9 de junio en
tiempo de Pascuas de Pentecostés quedaron concluidos los trabajos del fuerte
dándole el nombre con que se lo recuerda: Sancti Spiritus.
Antes que Caboto y García emprendieran su
viaje hacia el Pilcomayo un hombre de probada confianza es enviado en una
expedición terrestre en busca de los que hasta ahora muchos habían hablado pero
nadie pudo hallar. El capitán de treinta años poseía varias cualidades para
emprender éste periplo, entre ellas formar parte del círculo íntimo de Caboto y
el de poseer un valor ya probado. Su nombre Francisco César.
La fecha de partida es
aproximadamente en Noviembre de 1528. Respecto
del número de expedicionarios no existen demasiados acuerdos. Ruy Díaz de
Guzmán dice eran César y 4 más, Caboto afirmó en el interrogatorio que por
todas serían obra de quince. Uno de los expedicionarios, Juan de Valdivieso
respondió en el interrogatorio que habían sido 14. En ese mismo interrogatorio,
Nicolao de Venecia afirmó que Caboto “dió licencia á ciertas personas
repartidas por tres caminos, para que fuesen á descobrir las minas.” Lo que
fue confirmado por Pedro de Morales diciendo que una columna tomó por los
quirandíes, otra por los curacuraes y otra por el río del
Curacuraz. Lo que significa que una columna fue hacia el suroeste en
dirección de los querandíes, y las otras hacia el oeste siguiendo el río
Carcarañá y la restante hacia la tierra de los carcarañáes. Nicolás de Nápoles
respondió que César retornó con siete ó seis compañeros. Valdivieso
respondió que César retornó al fuerte con obra de siete personas. Sobre
el resto de los expedicionarios nada se encuentra en ninguna fuente, lo que ha
dado a creer a algunos escritores que llegaron hasta el Perú. Pizarro lo hace
recién en 1532.
Atendiendo a los datos es posible que se haya
tratado de 2 o 3 columnas y que César haya tomado el rumbo suroeste remontando
el río Carcarañá, ya que según Francisco del Puerto; “Este es el río que desciende de las sierras” y no mentía ya que
este río – Tercero o Carcarañá - es el único que descarga sus aguas en el
Paraná. El rumbo, si bien nunca lo haría llegar a la sierra de plata lo llevaría
hacia otra tierra llena de riquezas en oro: la provincia de Conlara.
Según las copiosas investigaciones de Aníbal
Montes el reducido grupo comandado por César atraviesa las elevaciones del
Oeste cordobés para internarse en el valle de Conlara. En su entrada llega a
los dominios del cacique Yungulo – o su hijo – al cual no nombra en sus
declaraciones hechas en Sevilla. Nicolao de Nápoles dice:
“A la cuarenta é una pregunta dijo que este testigo sabe que después de
llegado el Capitán General á la fortaleza, y el capitán Diego García, dentro de
ciertos días que hobieron llegado á la fortaleza, vido este testigo venir al
'capitán César con siete ó seis personas de las que el Capitán General había
dado licencia que fuesen á descubrir las minas é otras riquezas de la tierra
adentro, todos ellos dijeron que habían visto grandes riquezas de oro é plata é
piedras preciosas, é que de que esto supieron el capitán Sebastián Caboto y el
capitán Diego García y los otros capitanes y oficiales de Su Majestad, acordaron
de hacer una entrada á las dichas minas por la tierra adentro é dejar las naos
é fortaleza á buen recabdo, é que este testigo vido todo lo susodicho al tiempo
que vino el dicho Francisco César é las dichas seis ó siete personas, etc.”
[3]
Como dice Anibal Montes en ningún momento
César hace referencia a Yungulo “tan
mentado en esa época en el Perú, en Chile y en Tucumán” [4] sin
embargo al relato se lo relaciona con el poderoso cacique que debería haber
sido el padre del cacique Yungulo censado por los conquistadores. Éste último
perdió la vida en el llamado “arroyo de la sepultura” cercano a la villa de
Merlo, San Luis.
Rui Díaz de Guzmán en su
libro “La Argentina” escrito en 1612 dice:
“En el capítulo sexto de este libro dije, cómo Sebastián Gaboto había
despachado a descubrir las tierras australes y occidentales que por aquella
parte pudiesen reconocer, según lo pareció al dictamen de su entendimiento y
cosmografía, pareciéndole que por allí era el más fácil y breve camino para
entrar al rico reino del Perú y sus confines, para lo cual dijimos haber
enviado a César y sus compañeros. A este efecto, desde la fortaleza de Sancti Spiritu, de donde salieron a
su jornada, se fueron por algunos pueblos de indios, y atravesando una
cordillera que viene de la costa de la mar, y corriendo hacia el Poniente y
Septentrión, se va a juntar con la general y alta cordillera del Perú y Chile,
haciendo entre una y otra muy grandes y espaciosos valles poblados de muchos
indios de varias naciones; y pasando de aquel cabo, corriendo su derrota por
muchas poblaciones de indios que les agasajaron y dieron pasaje, continuando
sus jornadas volvieron hacia el Sur, y entraron en una provincia de gran suma,
y multitud de gente; muy rica de oro y plata, que tenían juntamente mucha
cantidad de ganados y carneros de la tierra, de cuya lana fabricaban gran suma
de ropa bien tejida. Estos naturales obedecían a un gran señor que los
gobernaba, y teniendo por más seguro los españoles meterse debajo de su amparo,
determinaron irse adonde él estaba, y llegados a su presencia, con reverencia y
acatamiento le dieron su embajada, por el mejor modo que les fue posible,
dándole satisfacción de su venida, y pidiéndole su amistad de parte de Su
Majestad, que era un poderoso príncipe que tenía su reino y señorío de la otra
parte del mar; no porque tenía necesidad de adquirir nuevas tierras y señoríos,
ni otro interés alguno más que tenerle por amigo, y conservar su amistad, como
lo hace con otros muchos príncipes y reyes, y celo de darle a conocer al
verdadero Dios. En este particular fueron los españoles con gran recato por no
caer en desgracia de aquel señor, el cual los recibió humanamente haciéndoles
buen tratamiento, gustando mucho de su conversación y costumbres de los
españoles; y allí estuvieron muchos días, hasta que César y sus compañeros le
pidieron licencia para volverse, la cual este señor les concedió liberalmente
dándoles muchas piezas de oro y plata, y cargándoles de cuanta ropa pudieron
llevar, y juntamente les dio indios que los acompañasen y sirviesen; y
atravesando toda aquella tierra, vinieron por su derrota hasta topar con la
fortaleza de donde habían salido, la cual hallaron desierta y asolada, después
del desdichado suceso de don Nuño de Lara, y de los demás que con 61 murieron.
Lo cual visto por César tornó a dar vuelta con su compañía a esta provincia, de
donde pasados algunos días determinaron salir de aquella tierra y pasar
adelante, como lo hicieron por muchas regiones y comarcas de indios de lenguas
diferentes, y también en costumbres; y subiendo una cordillera altísima y
áspera, de la cual mirando el hemisferio vieron a una parte el mar del Norte, y
a la otra el del Sur: aunque a esto no me he podido persuadir por la distancia
que hay de un mar a otro; porque tomando por lo más estrecho, que esto podrá
ser en el rincón del estrecho de Magallanes, hay, de la una boca de la parte
del Norte a la otra del mar del Sur, más de cien leguas, por lo que entiendo
fue engaño de unos grandes lagos que por noticia se sabe que caen de esta otra
parte del Norte, que mirando de lo alto les pareció ser el mismo mar: de donde
caminando por la costa del Sur muchas leguas, salieron hacia Atacama, tierra de
los Olipes, y dejando a mano derecha los Charcas fueron en demanda del Cuzco, y
entraron en aquel reino al tiempo que Francisco Pizarro acababa de prender a
Atahualpa, Inga en los Tambos de Cajamarca, como consta de su historia. De
forma que con este suceso, atravesó este César toda esta tierra, de cuyo nombre
comúnmente le llaman la conquista de los Césares, según me certificó el capitán
Gonzalo Sáenz Garzón, vecino de Tucumán, conquistador antiguo del Perú, el cual
me dijo haber conocido y comunicado a este César en la ciudad de los Reyes, de
quien tomó la relación y discurso que en este capítulo he referido.”
La cita tiene algunas inexactitudes
tales como que César encuentra Sancti Spiritus incendiado y regresa a Conlara
para luego partir con rumbo al Perú y encontrarse con Pizarro hacia 1532
aproximadamente tres años después de iniciado el viaje. Se sabe que César
regresa con Caboto y presta declaración en Sevilla hacia 1530. “César pasó a Venezuela en 1532 con Pedro
Heredia, en cuya compañía militó allí hasta que fue preso Heredia por el
licenciado Vadillo. Entonces César acompañó a éste jefe, como su teniente, para
ir en busca del Darien, en cuya jornada pereció a fines de junio de 1538.” [5]
Si resultan verdaderas las suposiciones que
fueron tres las columnas que buscaron la Sierra de Plata por tierra y que una
de ellas avanzó con rumbo NO puede ser factible que nunca retornaran para
quedarse en tierra Inca. De la otra que se internó hacia el S en tierra de
querandíes tampoco se volvió a tener noticias o por lo menos no se refieren en
la historia.
“Es indudable que deben haber seguido el camino al oeste, porque en ninguna otra dirección pudieron ponerse en
contacto con un pueblo que tuviera conocimientos de la metalurgia, mientras que
en la vecindad de la Sierra de Córdoba existían tribus que habían recibido influencias de la cultura de 1os Incas, únicos
que pudieron tener objetos de plata y oro.
Por estos motivos, parece seguro que la región visitada por el capitán Francisco
César y sus compañeros en 1529
no fué otra que la de la Sierra
de Córdoba.” [6]
El final de la expedición de Caboto
Francisco César regresa con siete hombres y su
noticia en Febrero de 1929 una semana después que Caboto y García del Nodal volvieran
de su segunda expedición por el río Paraná. Los vínculos con las parcialidades
aborígenes, al principio amistosa y de cooperación, había sufrido algunos
cambios y éstos se preparaban para asaltar la pequeña fortaleza.
La noticia que trae César confirma las
sospechas de la existencia de riquísimas minas de oro tierra adentro por lo que
Caboto comienza a planificar la entrada hacia tierra de los Comechingones no
sin antes dar un escarmiento a las tribus guaraníes matando a muchos habitantes
de las islas cercanas.
Luego de algunas idas con vueltas, matanzas
y escaramuzas los aborígenes incendian
Sancti Spiritus.
Caboto regresa a España para enfrentarse a un
juicio.
“(…) Y hubo un intercambio de regalos entre los Comechingones y los soldados
españoles. Yungulo, el rey o curaca del lugar, obsequió al capitán Francisco
César un berilo de gran tamaño, labrado en forma de media luna. El oficial
español guardó el presente y cuando años más tarde se vió en apuros económicos,
vendió la esmeralda a muy buen dinero – sin llegar a saber, a ciencia cierta,
su real valor – y con esa venta que daba un presunto testimonio de donde hubo una
podía haber más, vendió la quimera de la Ciudad de los Césares, que antes de
desaparecer, según los cálculos de la gente que compró la fantasía, estaba
enclavada en lo que actualmente es la Villa de Merlo. (…).” [7]
Comienza la búsqueda
Expedición de Diego de Almagro. (1535) / La confusión de los Césares con todo
poblado Inca.
Luego de algunas desinteligencias con
Francisco Pizarro, Diego de Almagro emprende su marcha rumbo al sur con unos
500 hombres utilizando el camino del Inca para tomar posesión de la gobernación
de la llamada Nueva Toledo que era territorio inexplorado. Aun hoy el derrotero
del viaje es en gran parte una incógnita pero es posible que haya cruzado la
cordillera por el hoy conocido con el nombre de paso Comecaballos, quizá. De
todas formas el conquistador español nunca toma contacto con los supuestos
Césares pero lo que si parece obtener son noticias de su existencia.
Almagro lleva en su viaje a dos emisarios
provistos por el Inca, a Paullu Topa y a Villac Umu que luego conspirarían en
contra de los españoles.
Varias referencias históricas indican que
entra por las que hoy son las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán y que luego
se dirigiría a Santiago del Estero. Allí habría tenido un encuentro con
mitimaes incas a los que habría dado muerte.
Por lo improbable de la ruta, ya bastante
alejada de su objetivo, hoy se cree que su camino pudo haber sido siguiendo los
caminos principales del Collasuyu. O sea ingresando brevemente por Tucumán
(Tambos de la Ciénaga), atravesando Catamarca y entrando a Chile por el Paso
Comecaballos en La Rioja.
Sin deslindar la brutalidad de los españoles
sobre los nativos lo verdaderamente interesante de este viaje a los fines que
nos ocupan es la declaración de Blas Ponce [8] en
1589.
Este español que participó de la conquista de
Londres (Catamarca) en 1553, asegura ante el gobernador de Santiago del Estero,
Ramírez de Velasco que luego de la matanza que hiciera Almagro en su paso por
Santiago del Estero [9] los
que pudieron huir lo hicieron hacia la cordillera.
Un indio viejo le contó
que:
“Si quereis
riqueza oro y plata y obejas de la tierra y mucha gente, valla que camino
hallareis hasta un balle que se llama Diamante de alli han borrado y desecho
el camino porque no bayan los cristianos por ellos siempre cerca de la
cordillera. Que topareis mucha gente poblada naturales de la tierra y
ellos os daran noticias y enseñaran alla, que yo estuve siendo más mozo
allá que fuy con los yngas cuando huyeron llebando sus obexas y hato cargado y
estuve allí tres o cuatro años donde vide que se servían con plata y oro todo en los basos en que comian y bebian y traje de
allá algunos mates que me dió, el cacique que me llebó y un cacique deste valle
quese dice pilola… (…).” [10]
En esta parte del relato está haciendo
referencia a un sitio en la Provincia de Mendoza en las cuales los Incas tenían
tambos.
“… además de lo dicho tiene este testigo estuvo en el piru en potosi abra
veinte años poco mas o menos y hablando con un soldado que se llamaba pedro clavijo que fué uno de los soldados que
entraron en esta gobernación de tucuman con el capitan diego de rroxas que fué
el primer descubridor destas provincias el cual salió del piru con yntento de
hazer el dicho descubrimiento por la gran noticia de la mucha gente de
naturales y riquezas que avia en la dicha jornada de los césares que descubrió el dicho soldado cesar a donde tenia
asi mismo noticia el dicho diego de rrojas que avia los dichos españoles perdidos
que estavan alli poblados y que el dicho diego de rroxas avia enbiado gente a
descubrir la dicha jornada y tan a mientras le mataron los dichos naturales y se desbarataron sus soldados y
capitanes y se bolvieron al
piru y no ubo effecto y que el dicho pedro clavijo afirmava a este testigo que
hera muy cierta y berdadera la dicha jornada y gran número de gente y rriqueza
que avia en ella porque se lo avia
dicho a él en secreto y puridad un fulano quiteria, vizcaino, que hera uno de los
soldados que llebó consigo el César quando la descubrió por cuyo rrespeto avia
benido con el dicho diego de rrojas el dicho pedro clavijo a1 dicho
descubrimiento y para ello se avia movido mucha gente vesinos e hombres muy rricos
del piru y que les avia certificado el quitena que estando en la dicha jornada
una yndia le avia dicho en lengua del piru como más adelante la tierra adentro hazia
la cordillera de Chille avia muchos como ellos poblados y que tenfan paz con
sus caciques aunque antes avian tenido mucha guerra y que asi mismo estava
certificado de una yndia del piru madre de una hija suya el dicho Clavijo de
que era berdad lo de la rriqueza y gente del piru questava poblada en la dicha
jornada de los césares de yngas del piru porque yendo esta dicha yndia con el
capitan saucedo su amo a Chille con don Diego de almagro el cual llebaba
consigo a pablo ynga que era entonces el señor del piru preso para que le enseñara el camino e rriqueza de
Chille treynta leguas de la cordillera de Chille en un balle que llaman
quiriquiri donde el dicho ynga tenia sus capitanes y poblado más de veinte mill
yngas mitimaes los quales como bieron su señor
En la expedición de Diego de Almagro no se
hace referencia a la noticia de César y los datos que luego se aportaron
versaban sobre posibles ciudadelas Incas diseminadas a lo largo de la
cordillera en los confines del Collasuyu. Estos datos tenían un sentido ya que
los que aportaban aquellos estaba en la suposición que Almagro y los que
continuaron buscaban riquezas Incas y no precisamente un poblado específico
como lo era el del cacique Yungulo y es aquí donde comienza a trasladarse en el
mapa la fantástica ciudad y se transforma en leyenda.
“En la misma declaración de
Blas Ponce, que hemos citado ya, refiere que el Capitán Gregorio de Castañeda,
estando en Santiago del Estero “tuvo
noticias de un indio que se llamava Joffre que avia venido del rrio de la Plata, de un pueblo
que se llamava
Circonday... , y entre la noticias que dicho yndio le dió... que años antes que
no se acordava él quantos, más su padre se lo avia contado estado en su pueblo de Corona poblado un capitán llamado Sebastián
Caboto el qual avia hecho
un fuerte donde se recogía él y su gente y que este capitán avia otro
enviado gente la tierra adentro hazia buenos Ayres el qual llamavan fulano
César y que éste avia ydo tierra adentro a descubrir y ber lo que avia
en ellay avia hallado grandes poblaciones de naturales de gente bestida, con
mucho ganado de la tierra e muy rica que poseyan muchos basos y joyas de
plata y oro y esmeraldas y que este capitan César avia tornado al dicho fuerte
y a sus compañeros con la dicha nueba, los quales se avian embarcado
todos juntos e ydo la buelto del rrio abajo que no savia donde se avran ydo y que pocos dias que
avian dicho que era yndio destima, principal del dicho rrio de la Plata, como
hazia parte de donde avía ido el dicho César a descubrir que era hazia las
cordilleras de Chile.”.” [11]
Si bien éste relato corrobora en parte a la
historia y hace un aporte extraordinario al sugerir que se concretó una segunda expedición aunque no coincida en
el tiempo, muestra muchas anomalías geográficas sobre todo en lo referente a
que César viaja inicialmente hacia el sur, hacia Buenos Ayres que obviamente
aún no había sido establecida. Se sabe que Caboto estaba organizando el viaje
por tierra cuando sobrevino el ataque a Sancti Spiritus.
“Según Aníbal Montes, arqueólogo e
historiador, allá por los años 1529
a 1573 sostiene que existieron circunstancias que
hicieron circular los habitantes del valle del Conlara y los de la
región de Chocancharaba que ya sabemos quería decir (cacique Chocán),
en que nuestros primeros habitantes mandaron en forma muy diplomática a los
fastidiosos españoles "más al sur, siempre más al sur", para
sacárselos de encima. Tanto Chocán como Yungulo, el cacique
del valle del Conlara fueron los primeros en advertir las intenciones
de los indeseados visitantes. Así que optaron por dar respuestas muy astutas
ante la insistencia en preguntar dónde estaba el oro, respondieron - ¿Oro? -
Sí, pero más al sur. Se largaron hasta la Patagonia y pasaron a Chile con el
mismo cuento. Por estos datos las ciudades se buscaron durante siglos en pos de
la riqueza rápida y fácil.
Tantos fueron los buscadores de la
mítica Trapalanda o la Ciudad de los Césares o el país de Lin-Lin
(otro cacique) con resultados negativos, que si bien no dieron ni con una
mísera pepita de oro, se conocieron caminos, se confeccionaron mapas, se
levantaron pueblos.”
Expedición de Gutierre Vargas de
Carbajal (1539) / El origen de los
Césares de la Patagonia.
“En 1539, don Gutierre Vargas de Carvajal, obispo de Placencia, organizó
una flota compuesta de cuatro barcos con destino a las Molucas. En la zona del
Estrecho los barcos sufrieron serios percances. El 22 de enero de 1540 encalló
la nave capitana, lográndose salvar su capitán Frey Francisco de la Rivera y ciento cincuenta hombres, entre los
que se encontraba Sebastián de Argüello, cuyo nombre se relacionaría más
adelante con las vicisitudes de las exploraciones.
La suerte tampoco amparó a los otros navíos; uno
regresó a España, otro llegó a1 Perú y el cuarto posiblemente se hundió.
De los náufragos
circularon abundantes rumores: la versión más repetida decía que se habían internado por la zona
cordillerana hasta llegar a una gran laguna y que luego de tener serios encuentros con los naturales habían
concluido por mezclarse con ellos. Estas
noticias quedaron confirmadas cuando en 1563
se recibieron los primeros testimonios con visos de verdad relacionados
con ellos. Llegaron ese año a Concepción dos individuos que afirmaron ser
tripulantes del barco perdido en el Estrecho. Estos hombres, Pedro de Obiedo y
Antonio de Cobos, declararon delante del Teniente General del Reino de Chile,
licenciado Julián Gutiérrez de Altamirano, que pertenecían a la dotación del
capitán Sebastián de Argüello, que con un grupo de hombres se habían instalado
en la zona austral. Dieron también le de la existencia del inca y sus tesoros. Noticias ratificadas por Blas
Ponce, quien además introduce un nuevo personaje, un francés llamado
fulano de Ibaceta, que se prestó a nuevas conjeturas.” [12]
La
armada del Obispo de Plasencia no tenía ninguna relación con la búsqueda de la
búsqueda de los césares. Las desventuras sufridas y los que tuvieron que hacer
tierra en la Patagonia los vincula con los Césares pero de manera absolutamente
fortuita. El único punto de unión es el misterio y lo incógnito de la tierra
que debieron atravesar.
En muchos de los antiguos mapas donde se
muestra la Patagonia se puede ver la leyenda: Aquí se perdió Argüello.
Es difícil pero posible que en su periplo se
hayan cruzado con algún tambo incaico aunque se considera que nunca se
extendieron mas al sur de Mendoza o Santiago de Chile.
El que hace su aparición es el mentado Blas
Ponce pero su testimonio aparecerá luego de la primera expedición en busca de
los Césares por parte de Diego de Rojas.
Herrera y Tordecillas, Antonio (1728) - Aquí se perdió Argüello |
(a) Esta es la versión de Antonio de Herrera y Tordesillas con algunas diferencias con el original de Alonso De Ovalle de 1646 .
Expedición de Diego de Rojas (1543 - 1544) – En busca de los Césares.
En 1536 diego de Rojas se encontraba en el
Perú a las órdenes de francisco Pizarro en los años en que llegan las noticias
del descubrimiento de Francisco César. Si bien los saqueos en la tierra de los
incas eran considerables la posibilidad que hacia el sur se encuentren las
mismas cantidad de riquezas era algo que un conquistador no podía dejar pasar.
Cristóbal Vaca de Castro, el entonces
gobernador del Perú le otorga el permiso de ingresar a la zona que se conocía
con el nombre de Tucmao.
Junto a Nicolás Heredia y Felipe Gutiérrez y
Toledo comienza la expedición en busca de los Césares.
En 1543 partió Rojas desde Cuzco, Perú; luego debía seguirle
Gutiérrez y más tarde Heredia, con cien hombres más entre los dos. En la
empresa iban dos sacerdotes, Francisco Galán y Juan Cedrón, y algunas mujeres
españolas, entre ellas Catalina de Enciso, mujer de Gutiérrez. Siguiendo el denominado
camino del inca ingresó al actual territorio argentino y llegó a Chicoana, en
los Valles Calchaquíes (actual provincia de Salta). Luego reinició la marcha
con dirección sudeste, ante el ataque de los nativos que frente a la
superioridad del enemigo, y sobre la base del conocimiento de la tierra y la
naturaleza, se escondían en lo alto de las montañas y en los bosques
intrincados, desde donde los atacaban con piedras y flechas. Un mes más tarde,
tras descender las sierras del Aconquija, por una quebrada que era camino
natural entre las cumbres y la llanura, arribó al sur de la actual provincia de
Tucumán, pasados los Andes.
Rojas, al que se le había
reunido Gutiérrez, prosiguió hacia el sudeste. La marcha se hacía cada vez más
sacrificada por el hambre, la sed, los tremendos calores y la hostilidad de los
indígenas. Andaban y andaban y los indicios de riquezas no aparecían. El
desánimo comenzó a cundir y también la difamación y la intriga para crear
resentimiento entre los dos capitanes.
Tras continuos enfrentamientos con los
aborígenes, penetró en territorio santiagueño por las sierras de Guasayayán. El
cronista Cieza de León describe la zona como muy calurosa, con un calor
abrasador, por donde cruzaron escasos de agua, por lo que algunos españoles
murieron por esta causa. Los pobladores, conocidos genéricamente como juríes
eran altos, delgados, sedentarios, y se dedicaban a la agricultura,
especialmente al cultivo del maíz. En la zona de Maquixasta (Maquijata)
-actual departamento Choya-, en 1544, en un enfrentamiento con los tonocotés,
Diego de Rojas fue herido en una pierna con una flecha, probablemente
envenenada, y, luego de una larga agonía, finalmente murió. Durante su
enfermedad fue atendido por Catalina de Enciso, mujer de Gutiérrez, a quien se
acusó de envenenar al jefe de la expedición para que su compañero asumiera el
mando. Antes de morir, Diego de Rojas, creyendo los rumores que circulaban en
el campamento sobre el supuesto envenenamiento por parte de la Enciso, designó
jefe a Francisco de Mendoza y envió a Gutiérrez y Enciso de regreso al Perú.
Expedición
de Francisco de Mendoza (1545 – 1546) –
La continuidad.
“Mendoza, al tiempo
que los desterraba, continuó viaje rumbo al este, hacia Soconcho y a
orillas del río Dulce estableció el fuerte de Medellín, en 1544, primer poblado
español con cabildo, autoridades y unos 180 habitantes. La zona estaba poblada
por los sanavirones que cultivaban maíz, algarroba y mistol y criaban las
denominadas ovejas de la tierra (llamas).
No bien subordinó bajo su mando a Nicolás de
Heredia, que recién llegaba del Perú tras una penosa travesía, siguió por el
país de los diaguitas, recorriendo las actuales provincias de Catamarca, La
Rioja y norte de San Juan, hasta entrar en Córdoba por el valle de Calamuchita,
en 1545, poblado por los comechingones, nativos también sedentarios,
altos y con barba. Atravesaron zonas cenagosas y salitrales, enfrentándose
permanentemente con los nativos, quienes les mataron gran número de caballos.
Allí levantó el fuerte de Malaventura, denominado así por las penurias que
sufrieron los conquistadores, ante el ataque permanente de los pueblos
originarios. Ocultos en los árboles vigilaban al acecho, atacaban de noche o en
pequeños grupos.
No habiendo dado con los Césares Mendoza tuerce el
rumbo y se dirige al origen: Sancti Spiritu
El real quedó a
cargo de Heredia y Mendoza continuó rumbo al Paraná, hasta el lugar donde
Sebastián Gavoto, entrando por el río de la Plata, había levantado el
fuerte de Sancti Espíritus. Luego de tres meses de difícil travesía regresó,
pero al poco tiempo murió Mendoza asesinado, como consecuencia de una conjura.
Heredia, al mando de la expedición, regresó al Perú en 1546, pasando por el
actual territorio de Santiago del Estero, por la zona saladina, en donde
encontraron “maíz y mucho pescado”.”
Allí se produce un interesante encuentro con,
por lo menos, un nativo que le habla en español acusándolo de ladrón y asesino.
Francisco
de Villagra (1551) – La fundación de Mendoza y la búsqueda de los Césares.
“En 1551, Francisco de Villagra, a su vuelta del Perú con socorros para
Pedro de Valdivia, tuvo que invernar en el valle de Guantata o Cuyo, donde
algunos años después se fundó la ciudad de Mendoza. Durante su estada en este lugar
envió dos expediciones a explorar el país, una al este, a la provincia de Conlara y otra hacia el sur, en busca de lo de César. La
última lleg6 hasta el río Diamante. No logró el resultado apetecido, pero en
ella los expedicionarios recibieron
las primeras noticias de los españoles que vagaban por la Patagonia.” [13]
Expedición
de Juan Jufré (1562) – De paso a las fundaciones.
Juan Jufré tampoco salió en busca de los
Césares.
Tras la muerte de Pedro de Valdivia asume su
cargo de Gobernador de Cuyo (1561) lo lleva a trasladarse a la recientemente
fundada Mendoza que durante más de 200 años formaba parte de la Capitanía
General de Chile. Luego de un tiempo inicia un viaje hacia San Luis, la
provincia de Conlara donde se contacta con las poblaciones aborígenes que vivían
allí.
Luego regresa y en
1562 funda San Juan de la Frontera la hoy capital de la Provincia de San Juan.
Expedición
de Hernán Mejía de Miraval (1573) –
Primera expedición enviada por Jerónimo Luis de Cabrera.
A Hernán Mejía de Miraval
se lo recuerda por varias expediciones y entre ellas la realizada al Chaco
Austral en busca del mítico Mesón de Fierro.
“Se saben que el dicho capitán Hernán Mejía Mirabal, vuelto que fué el
dicho gobernador Don Jerónimo á la ciudad de Córdoba, llego le envió con cincuenta
hombres de guerra y trescientos caballos á descubrir hacia la noticia que
llaman de César, donde fué con los dichos cincuenta hombres por capitán, y
descubrió mucha tierra é naturales, y los empadronó para que fuese hecho el
repartimiento en los españoles para el sustento de la dicha ciudad, en todo lo
cual sirvió mucho á Su Majestad, como tal capitán, en lo cual gastó mucha suma
de pesos de oro, en armas y caballos y herraje y otros peltrechos de guerra, y
en carretas, do llevó mucha comida y bastimentos de biscocho, miel y tocinos y
ganados, en todo lo cual que le fué encargado en la conquista y allanamiento de
la dicha ciudad de Córdoba, dio de todo muy buena cuenta, sin que le matasen ni
hiriesen ningún español; digan lo que saben.” [14]
Miraval luego de volver de
una expedición al Río de la Plata (donde se encuentra con Juan de Garay que
bajaba desde Asunción) comienza una expedición encomendada por Luis de Cabrera
y entra en contacto con los comechingones del Valle de Conlara.
“Cuando don
Jerónimo Luis de Cabrera fundó la ciudad de Córdoba en el año de 1573, en el
mes de Octubre de ese mismo año, despachó una bien pertrechada expedición, que
hasta llevó numerosas carretas de bueyes, con la misión de recorrer todos los
valles longitudinales del Oeste de las Sierras Grandes, e incluso el gran valle
de Concarán (Conlara), debiendo despuntar por el sur la sierra de Calamuchita.
Dicha pesada columna hizo el recorrido en
pocas semanas, gracias á la existencia de los excelentes caminos de los
indígenas, caminos por ellos construidos para la utilización comercial de sus
tropillas de llamas cargueras.” [15]
De ésta expedición
se concluye que los caciques e indios fueron repartidos en encomiendas entre
los capitanes. Luego hubo una rebelión que fue reprimida por el mismo Miraval.
Pero tampoco se
habla en esta expedición del cacique Yungulo que reaparecerá en 1598 como
parcialidad del gran cacique Caminta naure o Canta naure.
“Y aquí está el
verdadero misterio de Yungulo, develado a los 70 años del conocimiento de
César, porque en el año 1598 ya no existía interés en el ocultamiento, dado que
ningún indio quedaba en la comarca, pues todos ellos habían sido “maloqueados”
y llevados a lejanas tierras, donde se extinguían agobiados por los duros
trabajos impuestos por los conquistadores.
Caminta naure
ó Canta naure, son patronímicos que constituyen una verdadera revelación.
“Naure”
significa cacique en los pueblos de esta extensa comarca.
“Caminta”
significaba vallecito y “canta” significaba “represas” indias tan utilizadas
por los comechingones aunque tuvieran un río vecino. (…).” [16]
.
Entonces, supone Montes, que Caminta naure es
el propio Yungulo al que se le cambia el nombre por el topónimo del lugar. “De manera que el ocultamiento por los
indígenas del apelativo del gran cacique y la no mención de sus tan importantes
minas de oro (Hoy llamadas de La Carolina) hicieron posible la desorientación
de los españoles de fines del Siglo XVI, que tan afanosamente los buscaban.
Así nos explicamos que tanto el general
Juffré en el año 1562, como el capitán Mejía Miraval en 1573, estuvieron en el
mismo vallecito de Conlara y no descubrieran, ni la identidad del famoso
Yungulo ó su heredero, ni las tan codiciadas minas de oro.”
Expedición
de Gonzalo Abreu y Figueroa (1579) –
Tras la noticia de César descubre Trapalanda.
Otro de los nombres sinónimo de “los Césares” o
“Yungulo” es “Trapalanda” y comienza la búsqueda a derivar hacia el sur.
Poco tiempo después de Miraval, el gobernador de
Tucumán Gonzalo Abreu y Figueroa sale en busca de los Césares de Yungulo.
Pasa por Calamuchita rumbo al sur donde descubre para
los españoles los ríos Soco Soco (Río IV) y el Popopis (Río V) entrando en las
pampas salitrosas del sur de Córdoba.
“(…) Tratando de explicar el origen del vocablo
Trapalanda el historiador Enrique de Gandia lo asoció con la naturaleza del
terreno que era característico de la región. A raíz de tal relacionamiento
dedujo que la palabra se deriva de los riesgos que corrían quienes debían
transitar por ella debido a las trampas, trapales o trampales, que no eran otra
cosa que tremedales o ciénagas en las que podían perecer jinetes y bestias.”
[17]
[…] “La Trapalanda era, por lo tanto, la tierra de las trampas, trápalas o
trampales.” [18] Esta explicación tiene asidero
si se busca la raíz del vocablo en el idioma español pero en voz araucana
parece significar tanto barrial como totora. Francisco Latzina le atribuye éste
último significado y entonces Trapalanda sería tierra del trapal o totora.
Cerrando esta cuestión
encontramos en el sur de Mendoza al Cerro Trapal, considerándose este muy
sugestivo.
Luego, a partir del
mapa de Hubert Jaillot de 1650
a la zona central la denomina “Trapalanda o de la Sal”.
Emanuel Bowen en 1747 le da el nombre “Trapalanda” a la zona entre los ríos
cuarto y quinto.
Mejía
Miraval y Juan Ramírez de Velazco – Talan
y Curaca.
“El capitán Hernán Mejía Miraval, maestro de campo y teniente general de
las provincias de Tucumán, vecino de la ciudad de Santiago del Estero délas
dichas provincias en las Indias del Mar Océano, dice: que él tiene noticia que
habrá setenta años, poco más ó menos tiempo, que la Majestad del Emperador Don
Carlos, que está en el cielo, dio licencia á don Gutieire de Carvajal, obispo
que fué de Placencia, para que enviase una armada de navios y gente de guerra y
guarnición por el Estrecho de Magallanes al rescate y aprovechamiento de los
Malucos, y que de la que se hizo se perdieron tres navios en la distancia que
hay desde la boca del Río de la Plata hasta el Estrecho, de los cuales se
salvaron al pie de mil hombres y algunas mujeres y jumentos que la gente
llevaba para la poblazón, y que la gente que allí quedó, viéndose faltos de
mujeres, las tomaron y quitaron á los indios comarcanos á la costa, donde
aportaron con sus navios al tiempo que se perdieron, y de esta gente española
ha procedido generación que se entiende ser mucho número, y algunos indios
naturales de la ciudad de Córdoba de la dicha provincia, refieren haberlos
visto y que venían con ejército formado á la dicha gobernación, antes que se
poblase por Vuestra Majestad, en busca de cristianos de que tenían noticia.
Dicen andan vestidos de pellejos, traen animales que tienen orejas largas, muy
grandes, en que cargan sus hatos y comidas; y otros refieren que traen cruces
consigo, y que las tienen en su tierra, en que adoran; dicen traen espadas de
hierro, negras, sin vainas; y que entienden son de casta de españoles, y que
habían probado á salir á aquella parte donde al presente está poblada la ciudad
de Córdoba, que es lo postrero de dicha gobernación hacia el Estrecho, y que
por ir cansados y por las guerras de los naturales y falta de bastimentos y
haber topado grandes lagunas de agua, que deben ser bahías ó puertos de mar, no
han proseguido su camino, dejando puestas por señal cruces en la última parte
donde habían llegado, y que también procuraron pasar á Chile por las espaldas
del estado de Arauco, y por la guerra de los naturales se volvieron á sus
estancias y propios asientos; ansimesmo dicen, que en distancia de setenta ó
ochenta leguas de la dicha ciudad de Córdoba hacia el Estrecho de Magallanes,
comienza una provincia de indios, que se llama el valle de Talanicuraca, en que
se entiende que hay indios pulíticos, bien vestidos y bien tratados, belicosos
en guerra; cuyo asiento y tierra es abundante de oro y plata y otras cosas
ricas, y tienen mucho género de ganado, como ambas á dos cosas constará á
Vuestra Majestad por estas informaciones que el Gobernador de las dichas
provincias de Tucumán hizo y envía á V. M.” [19]
Este escrito que lleva como
título “Servicios del capitán Hernán
Mejía Miraval, en cuyo expediente figura la información levantada para
averiguar qué indios eran los que vivían en el valle de Talanicuracá.”
Fechado el 17 de Agosto de 1591 es una manifestación del capitán sobre los
rumores de la existencia de una población denominada Talanicuracá referida por
los náufragos de la armada de Gutierre de Carvajal distante setenta u ochenta
leguas al sur de Córdoba.
Pero esto no es todo en referencia a esa
supuesta ciudad.
“En la muy noble ciudad de Santiago del Estero, cabeza de esta
gobernación de Tucumán, en diez y ocho días del mes de febrero de mil y
quinientos y ochenta y siete años, el muy ilustre señor Juan Ramírez de Velasco,
gobernador, capitán general y justicia mayor en estas provincias de Tucumán,
Juries y Diaguitas y Comechingones y de todo lo demás desde la Cordillera de
Chile hasta el Río de la Plata, por Su Majestad, etc., dijo: que, por cuanto á
su noticia es venido que, distancia de setenta ó ochenta leguas de la ciudad de
Córdoba de esta gobernación, está una provincia de indios que se llama el valle
de Talanicuraca, en que se dice hay mucha cantidad de indios vestidos y bien
tratados y que tienen y poseen oro y plata y otras muchas cosas y ganados; y
para que Su Majestad Real sea informado de ello, mando se reciba información de
testigos para averiguar qué cosa es, y de ello mando que los testigos que se
recibieren, juren y declaren por lo de suso contenido; y así lo proveyó y mandó
y firmó de su nombre.” [20]
Pero en citas siguientes se
comprende que Talan y Curaca son dos poblaciones.
Expedición
de Lorenzo Bernal Mercado (1583)
El gobernador de Chile, Don Alonso Sotomayor
le ordena al capitán Lorenzo Bernal de Mercado una expedición en busca de minas
de oro del otro lado de la cordillera, en territorio puelche, y que se suponía
podían tener relación con los Césares.
La frustrada empresa se encuentra con una
sublevación araucana en pie de guerra y que luego alcanzaría la derrota y la
pérdida del sur de Chile para los españoles.
Más allá de las consecuencias que trajo ésta
guerra dio origen al la leyenda de los Césares de Osorno.
Los Césares de Osorno
La ciudad de Osorno se
funda en 1558 pero es destruida durante la gran rebelión mapuche en 1598.
“La leyenda había ensanchado sus límites. Empeñada en poblar los
desiertos patagónicos con una ciudad encantada de españoles perdidos en sus
atrevidas peregrinaciones, y en vista que los náufragos del Estrecho no parecían
por esta parte, los trasladó a la región entre Nahuelhuapi y
Mendoza, asociados á los
antiguos colonos de Villarrica y Osorno que, huyendo de la invasión india,
fueron a asilarse las pampas del
Este. (…)
Pedro Usauro Martinez
de Bernabe, vecino de Valdivia, escribiendo en 1782 sobre el caso, asevera que, según la tradición, una parte de los
vecinos de Osorno se salvo en Chiloé y otra
se retiro á la
cordillera, donde se fortificaron e hicieron fundación.
La circunstancia de no repoblarse la primitiva Osorno
hasta 1790, casi un siglo después
de su destrucción, pudo contribuir a idealizar la retirada de los antiguos
osorneses, convirtiéndolos en héroes
legendarios, como una expansión de la fantasía popular que poblaba de
maravillas las soledades patagónicas. Así,
el éxodo de los españoles de Osorno, que fundan nuevo imperio entre los
salvajes de Patagonia, forma el argumento de los Césares osorneses, distintos
pero similares a los Césares del Estrecho.” [21]
Expedición
de Hernando Arias de Saavedra. (1604)
– Por la Provincia de Buenos Aires.
La entrada se componía de
130 hombres criollos y españoles de Santa Fe, Corrientes, Asunción y Buenos
Aires, 700 indios amigos, 600 bueyes con 76 carretas y 600 caballos iniciando
la marcha en noviembre de 1604. En su avance hacia el sur descubrieron primero
un río al que denominaron Turbio (Colorado) y poco después el río Claro
(Negro); encontrando solo indios miserablemente vestidos quienes proporcionaron
a los expedicionarios las consabidas indicaciones de que más hacia el sur y
junto a la cordillera encontrarían riquezas.
Expedición
de Cosme de Cisternas (1619) – Desde
Chiloé.
En 1665 el gobernador de Chiloé, Cosme Cisternas,
envió algunas piraguas al descubrimiento de los Césares, pero que no
hallando nada y faltándoles el mantenimiento, se volvieron, sin que haya
llegado a nosotros descripción alguna del viaje, sólo la referencia de Olivares. Carvallo Goyeneche, quien escribió a fines del siglo XVIII,
también señala esta expedición, o quizás es otra, cuando afirma, sin dar fecha,
que Don Cosme Cisternas Carrillo, gobernador de la provincia de Chiloé,
aprovechó aquella pequeña seguridad para hacer nuevos descubrimientos por
aquella parte. Descubrió en el archipiélago la isla de Guayquilabquen, situada
sobre los cuarenta y siete grados de latitud austral, de grande extensión, con
buen puerto y capaz de muchas embarcaciones.
Dower, John (1832) - Paso Césares |
Expedición
de Jerónimo Luis de Cabrera. (1620 /
1622) – La búsqueda final.
1620
“La búsqueda de la mitológica ciudad de los Césares motivó la partida de
la imponente expedición al mando de Gerónimo Luis de Cabrera (1620-1621).
Siguiendo antiquísimas rastrilladas aborígenes atravesaron el territorio
pampeano desde adyacencias del río Cuarto (Arroyo Santa Catalina) hasta
alcanzar el río Negro tras pasar por las sierras de Lihuel Calel y cruzar el
Colorado; continuando por la margen de este, alcanzarían el Neuquén al que
atraviesan, prosiguiendo a orillas del Limay y mas adelante del Arroyo Picun
Leufú, hasta alcanzar el valle del Aluminé (Neuquén), luego de
trasponer dificultosamente las Sierras de Catan Lil. La mayor parte
del territorio comprendido entre los ríos Cuarto y Negro, se hallaban
prácticamente despoblados, por entonces. La única etnia mencionada por Cabrera
hablaba la lengua Caguané, de lo que se infiere que aún no había presencia
mapuche en la región. (…).” Norberto Mollo
Decidido a encontrar la fabulosa ciudad
Cabrera sale en su búsqueda siguiendo rumbo sur. Saliendo en Octubre de 1620
aprovecha las rastrilladas y caminos preexistentes para realizar el siguiente
trazado según Norberto Mollo. Córdoba a Río Cuarto. Desde allí cruza la sierra
de Comechingones entrando en San Luis y vadeando el Río Quinto por un sitio que
comenzó a llamarse Paso de los Césares. Siempre con rumbo sur entra en tierras
de La Pampa llegando hasta la sierra de Lihuel Calel y cuando llega al Río
Negro tuerce el rumbo hacia la cordillera siguiendo el curso del río. Baja
luego por el Limay y ya en tierras del Neuquén finalizará su travesía en los
dominios del cacique Cután.
Si observamos el
derrotero está en semiplena coincidencia con los relatos de las Ciudades de los
Césares que hasta ahora se conocían desde el propio relato de César en tierras
de Yungulo, pasando luego por los supuestos sitios donde se emplazaban los poblados
de Talán y de Curaca, transitando por Trapalanda o La Sal y concluyendo con el
infructuoso encuentro de los césares blancos sobrevivientes de la expedición de
Gutierre Vargas de Carvajal de
1539 en una zona dominada por el cacique Cután o Catán supuestamente cercano a
Aluminé.
La de Cabrera fue sin lugar a dudas la empresa
más importante y costosa que se realizó en busca de los Césares.
1622
Cabrera tenía
órdenes de establecer una población cerca de la actual Salta pero se dirige
mucho más al sur y en julio de 1573 funda Córdoba.
Dos meses más
tarde parte en una expedición hacia el Este y para esto siguió el curso del Río
Tercero y luego el Carcarañá hasta llegar luego al establecimiento conocido
como Torre de Gaboto, último vestigio del fuerte Sancti Spíritus. Y así como
otros procuró desandar los pasos de César.
Luego del
encuentro con Juan de Garay que bajaba por el Paraná desde Asunción.
Luego por más
de cincuenta años, aparentemente no se volverá a tener noticias de nuevas
expediciones y los césares originales habrán migrado mucho más hacia el sur.
Expedición
de Diego Flores de León (1621) –
Hasta el Nahuel Huapi.
Flores de León
parte de Castro (Chiloé) con 46 soldados y cruza la cordillera por el paso de
las Lagunas hasta llegar al Lago Nahuel Huapi.
Es probable que
los españoles que surcaban el gran lago y de los cuales tuvo noticias Jerónimo
Luis Cabrera, se tratara de esta expedición y que como característica
distintiva se cuenta que llevaba a una mujer disfrazada de soldado.
Expedición
de Dionisio de Rueda (1640) – Son
españoles y están cerca del Estrecho.
El entonces gobernador de Chiloé envía otra expedición
hacia el sur de Chile y de la que forma parte el misionero jesuita Jerónimo de
Montemayor. Si bien no encuentran evidencias con respecto a los Césares si
escuchan a los fueguinos hablar de unos indios a los que llaman viracochas.
“Y aviendo hecho las diligencias por mar y por tierra, cogieron un indio
barbado, desnudo, alto de cuerpo y tan pequeño de animo, que quando le
examinaban todo era temores y contradicciones en sus dichos: sosegáronle sus
recelos, asegurárosle que no le querian hazer mal ninguno, sino saber dél donde
estaban sitiados unos españoles que tenian noticia habitaban por aquellas
partes del Estrecho, a que respondia unas vezes que por ay estaban los Viracochas,
que assi llaman a los Españoles en aquellas partes, tomando de los Indios del
Perú el nombre que dieron a los Españoles, llamándolos Viracochas con el nombre
de su Dios Viracocha, y otras vezes dezia que ya eran muertos, sin dar razon
donde ni donde no. Y encontrando con una India, les dixo que los Españoles que
avian visto eran mas blancos y rubios que ellos. Y otra, que los Viracochas que
ellos conocian eran los de la tierra de aquel indio. Que como el y los de su
tierra eran barbados, por lo que se parecian a los Españoles, los llamaban con
el nombre que a los Españoles: Viracochas.
Con tan poca luz y deseosos de mayor claridad, se
arresgó parte de la gente a saltar en tierra en la Provincia de los Gabiotas,
donde dezian que avia hombres blancos y con barbas, y aviendo encontrado con un
rancho lleno de indios desnudos algo blancos y barbados, se alborotaron de
suerte que, poniéndose en defensa con macanas, piedras y palos, pelearon con los
nuestros con gran denuedo, y como los cogian desnudos les daban cuchilladas y
estocadas sin resistencia, corriendo arroyos de sangre de sus cuerpos: mataron
algunos y quedaron otros heridos, y tubieron por buen partido retirarse sin
perdida, aunque bien descalabrados, y sin lengua ni noticia de los Españoles
que buscaban, porque la lengua de los Gabiotas no la entendian y su hablar es
dar grandissimos y descompasados gritos, que por ellos les pussieron el nombre
de Gabiotas, por parecerse en los gritos descompasados a aquellas aves.” [22]
Los viajes
del Padre Nicolás Mascardi. (1669 /
1673)
Hacia 1669
Nicolás Mascardi era el superior del Colegio Jesuita de Castro, en la isla de
Chiloé cuando son llevados hasta allí en calidad de prisioneros un grupo de caciques
de la zona del Lago Nahuel Huapi. Luego de varias negociaciones con las
autoridades logra que sean liberados y se ofrece a acompañarlos en su viaje de
vuelta.
El camino
seleccionado: hacia el Sur, paralelo 46º bordeando el lado Este de la
Cordillera, pasando finalmente al territorio de los chonos (Chiloé). Porque en
esa área estaría, La Ciudad Encantada. Se basaba, para este itinerario, en los
informes recibidos por los indios y en su propia experiencia de las tres
expediciones anteriores.
Llegando al
destino establece una misión a orillas del lago donde se estableció durante
cuatro años dedicado a la tarea de misionar. A su vez recorre los terrenos
inmediatos y un poco más alejados en busca de rastros de la leyenda. Se cuenta
que escribía cartas en varios idiomas a las que encabezaba: “A los señores
españoles establecidos al sur del Lago Nahuel Huapi” [23]
Mascardi,
conocedor de la leyenda de los Césares del Estrecho realiza tres viajes en su
búsqueda y aunque no se precisan los sitios se presume que en el primero llega
hasta el actual lago Musters aunque hay quien supone que llega hasta el Río
Santa Cruz.
Su último viaje
lo emprende en 1673 donde es muerto en las cercanías de un lago impreciso en
las inmediaciones del nacimiento del Río Deseado según G.Furlong.
“...
se cuenta que en la primavera de 1670, el famoso padre Mascardi, después de
haber luchado en defensa de los indios puelches (...) se encontró entre
un montón de indios liberados por él con una joven india. Por su hermosura los
puelches le llamaban “La reina del Lago” [24] y
era la mujer de un bravo cacique patagón que con una fuerte tribu dominaba las
islas y las orillas del lago Nahuel Huapi. La india como agradecimiento al
padre Mascardi por haberla liberado prometió revelarle el camino que lleva a la
famosa Ciudad de los Césares. El padre Mascardi confiado en la promesa remontó
en canoa ríos y esteros, e hizo centenares de leguas a pie con la guía de la
india. Llegó a la orilla del lago y fundó una misión, en 1670. De allí se
internó en la selva en busca de la famosa ciudad. Pero cuanto más se internaba
más se aleaban sus esperanzas de hallarla. Hasta que, desalentado acusó a la
india de haberlo engañado. Esta se disculpó, pero el padre Mascardi continuó su
búsqueda durante dos años más, hasta que ante tantas peripecias fue muerto por
los indios.
Desde entonces, los pobladores indígenas aseguran ver
flotar sobre las aguas claras del gran lago Nahuel Huapi la sombra del padre
Mascardi, mientras el alma de la india, de “La reina del lago”, entona su
engañoso canto de sirena.” [25]
Los apuntes del jesuita Nicolo Mascardi fueron usados
por el padre Diego Rosales, superior de la Orden entonces, y autor de la
“Historia del reino de Chile”, para escribir su biografía: “Vida de Mascardi”.
En su obra “Mundus Subterraneus” el religioso Atanasio Kircher basa varias
páginas en datos que obtuvo Mascardi y que se refieren a la altura de los
Andes, los ríos y los lagos, los estrechos, desiertos, volcanes y mareas.
Guillaume de L'Isle usó más tarde esta misma información para realizar los
“Mapas del Paraguay, de Chile y del Estrecho de Magallanes”, publicados en
1708.
Los viajes
de Bartolomé Gallardo y Antonio de Vea (1674
/ 1676) – Explorando en las tierras australes.
Sin dudas los relatos de los náufragos de Gutierre
Vargas de Carvajal encendían la imaginación de los marinos de Chile por lo que
parten expediciones que además de reconocer más detalladamente el territorio de
los canales buscaban sobrevivientes y ciudades de ensueño.
Diario de
Silvestre de Roxas. (1707) – La nueva
incógnita.
Silvestre Antonio Díaz de
Rojas presenta a la corte en Madrid un Derrotero camino cierto y verdadero
desde la ciudad de Trinidad, puerto de Buenos Aires, hasta la ciudad de los
españoles que vulgarmente llaman la Ciudad Encantada, acompañado de una
Descripción de la Ciudad de los Españoles.
El relato del viajero Derrotero
de un viaje desde Buenos Aires a los Césares, por el Tandil y el Volcán, rumbo
de sudoeste, comunicado a la corte de Madrid, en 1707, por Silvestre Antonio de
Roxas, que vivió muchos años entre los indios Pegüenches no arroja más que confusión al destino de
los Césares ya que a esta altura de la búsqueda el convencimiento general era
que se trataba de españoles sobrevivientes de un naufragio en el Estrecho.
De
Roxas parte de Buenos Aires y se dirige hacia el sur llegando a Guaminí. Desde
allí pone rumbo hacia el poniente y llega a la actual provincia de Mendoza
donde se encuentra al pié del Cerro Payén, [Payún]
encontrándose luego en territorio puelche.
“En la tierra de estos Puelches hay un río hondo y grande, que tiene
lavadero de oro.
Caminando otras cuatro leguas hay un río llamado de
Azufre, porque sale de un cerro o volcán, y contiene azufre.
Por el mismo rumbo, a las treinta leguas, se halla un
río muy grande y manso, que sale a un valle muy espacioso y alegre, en que
habitan los indios Césares. Son muy corpulentos, y estos son los verdaderos
Césares.
Es gente mansa y pacífica; usa flechas, o arpones
grandes, y hondas, que disparan con mucha violencia: hay en su tierra
muchedumbre de guanacos que cazan para comer.
Tienen muchos metales de plata, y solo usan del plomo
romo, por lo suave y fácil de fundir. En dicho valle hay un cerro que tiene
mucha piedra imán.
Desde dicho valle, costeando el río, a las seis leguas
se llega a un, pontezuelo, a donde vienen los Césares españoles que habitan de
la otra banda, con sus embarcaciones pequeñas (por no tener otras), a comerciar
con los indios. Tres leguas más abajo está el paso, por donde se vadea el río a
caballo en tiempo de cuaresma, que lo demás del año viene muy crecido.
En la otra banda de este río grande está la ciudad de
los Césares españoles, en un llano poblado, más a lo largo que al cuadro, al
modo de la planta de Buenos Aires. Tiene hermosos edificios de templos, y casas
de piedra labrada y bien techadas al modo de España: en las más de ellas tienen
indios para su servicio y de sus haciendas. Los indios son cristianos, que han
sido reducidos por los dichos españoles. A las partes del norte y poniente,
tienen la Cordillera Nevada, donde trabajan muchos minerales de oro y plata, y
también cobre: por el sud-oeste y poniente, hacia la Cordillera, sus campos,
con estancias de muchos ganados mayores y menores, y muchas chácaras, donde
recogen con abundancia granos y hortalizas; adornadas de cedros, álamos,
naranjos, robles y palmas, con muchedumbre de frutas muy sabrosas. Carecen de
vino y aceite, porque no han tenido plantas para viñas y olivares. A la parte
de sur, como a dos leguas está la mar, que los proveen de pescado y marisco. El
temperamento es el mejor de todas las Indias; tan sano y fresco, que la gente
muere de pura vejez. No se conocen allí las más de las enfermedades que hay en
otras partes; solo faltan españoles para poblar y desentrañar tanta riqueza.
Nadie debe creer exageración lo que se refiere, por ser la pura verdad, como
que lo anduve y toqué con mis manos.
(Firmado.) Silvestre Antonio de Roxas.”
Durante años ha existido
gran controversia con respecto a la veracidad del documento aportado por Roxas
al Rey. Por una parte Silvestre de Roxas verdaderamente existió y que con un
dinero heredado se apertrechó de armas e insumos para emprender la campaña.
Expediciones hacia los canales.
Con el convencimiento que los Césares eran los de Argüello
partieron durante los siguientes años las expediciones de el Padre J. García (1871), Juan
Ladrillero (1880), Bartolomé
Gallardo (1886), Cosme Ugarte
(1889) y por último la de Francisco
Machado (1889) al Estrecho de Magallanes.
Hacia 1900 ya no hubo más viajes ni Césares.
Otras leyendas vinculadas
El Cacique Foyel
Foyel fue un poderoso cacique que vivía, hacia
1850, al sur del lago Nahuel Huapi e integraba el Consejo de Sayhuequé. Luego de varias batallas en defensa de su
territorio se presenta en 1885 en el fuerte de Junín de los Andes donde firma su
rendición incondicional y posteriormente una alianza con el gobierno de Buenos
Aires. Es trasladado junto al cacique Inkayal y sus
familias a la isla Martín García en calidad de prisionero. El científico
argentino Francisco P. Moreno hace que Inkayal y Foyel sean trasladados a vivir
en el museo. Foyel le pide a Moreno volver a sus tierras. La leyenda alrededor de Foyel dice que antes
de morir oculta un invaluable tesoro en, presumiblemente, el Cerro Fortaleza y
que estas riquezas fueron tomadas de la extinta Ciudad de los Césares.
“Varios puesteros de los más viejos me han contado
que en el Payén se ve una ciudá que se levanta al atardecer en el medio de las
sierras. Dice que se ve como una niebla. Cuando se está entrando el sol, cuando
se está hundiendo entre los cerros de oyen las campanas que llaman a la
oración. Muchos la han visto y la ven hasta el presente.
Dicen que llegó una vez un barco a un punto de la
costa de Chile, de hombres rubios, y que se hundió. Estos hombres se bajaron,
caminaron hasta el lado argentino y fundaron esa ciudá que ha quedao como
encantada. Parece que está ahí como un milagro de Dios, pero que no tiene la
vida que tienen otros pueblos. El lugar es un páramo, pero la ciudá parece muy
hermosa.
Y a esa ciudá
misteriosa que aparece y desaparece la llaman la Ciudá de los Césares. Así me
habían dicho algunos narradores.” / Fuente. Francisco
Fernández Quintana. [28]
/ Sierra de Lihuel Calel [Lihué
Calel / Inhué Calel] [29]
/ Provincia de La Pampa.
“De acuerdo a las verificaciones hechas por él mismo, E. Zeballos daba
por cierto en la última obra [Viaje al país de los Araucanos] que había existido una antigua población
situada en los valles de Lihuel Calel, que se extiende no lejos de las lagunas
en que desaparece sumergido el Río Chadileuvú o Salado. En uno de esos valles
había podido comprobar, según dice, vestigios de plantaciones de duraznos que
probaban que en aquel lugar se levantó una población. Esta habría sido la que
originó la tan mentada leyenda de la ciudad de los Césares.” [30]
/ Cordillera de los
Andes /
Provincia de Neuquén
“Cuando corre el viento juerte, el viento puelcho
que é muy juerte hace cuenta que viene arriando una propilla de caballo, eso se
oye. Muchos paisano oyen. Eso é de un encanto, de una ciudá que ´ta perdida.
Dicen así, que hay una ciudá perdida, cuanto año hace
ya que está perdida. Eso é en la cordillera, en el medio. Se ven gente, pero
aparece distinto a la gente de agora, agarrau la cabeza, a vece como escleto.
Eso ha visto mucho. Ante dice que ha pasau má cosa.
Dice que andaba mujere juntando piñone. Y han dejau
piñone. Montón de piñone. Y han vuelto. Despué piñone no aparece má. Y han
dicho;
- Se vamo a retirá de acá. Acá se vamo a quedá sin
piñone. Acá hay un misterio. No quiere que juntemo piñone.
Se jueron má retirau. A la tardecita chiflaba otra
vez. Da pena oír el chiflido, da miedo.
- ¿Oyí el chiflo? - han dicho - ¿Será perdido. É
chifido de esa gente que ´ta áhi?
Da pena sentir el chiflo de esa gente. Y ya se está
oscureciendo, y ése é momento de hablar persona, pero ella no entendía. Ella,
la gente que andaba la han hablado a lo otro, a lo que salen áhi. Hablaron idioma
paisano y lo otro no entendían. Y han tenido miedo la mujere y se han callado.
Y entonce ella oyían esa gente. Como pueblo, era.
Conversaban áhi gente. Relinchaban mulare. Arriaban
tropilla y dicen; yegua!, yegua!. Se oye el cencerro. Cantaba gallo. Se
oyían perro. Y la gente habla y habla...
Eso debe ser un pueblo que ´ta áhi. De día, tranquilo,
no se oye nada. Oscurecido, ya era el mismo. Se oyía voz, y canto y chiflo. No
sirve arrimarse áhi. Pa un peligro no má sirve. La otra gente puede hacer gran
mal.
La mujere se jueron y perdieron lo piñone. A otra
parte de la cordillera han ido a juntar. Áhi había mucho. Esa gente era dueña,
no sé, pero podía ser eso, por eso asustaban, que se jueran.
Ese cuento
contó también un viejo paisano, apena lo acordo yo, Manuel, pero el apellido
Cayuler. Muy raro que tiene ese nombre íntegro cristiano, lo viejo. É Cayulef
nombre paisano. Manuel Cayulef ha dicho que ése é pueblo perdido áhi, viejo,
viejo, con gente mucha, que ´ta perdida áhi, que no puede salir hasta el fin
del mundo. Dice que habla castilla, que no habla paisano esa gente de la
Cordillera.” / Fuente. Gervasio Paila Kura.[31]
Musters nos cuenta en su relato de la Patagonia, que
los indios creen plenamente en la existencia de una tribu desconocida, o de una
ciudad encantada o privada, lo que afirman supersticiosamente, se encuentra en
algún lugar de las profundidades de esta montaña.
Más al norte,
los indios araucanos profesan haber descubierto en sus proximidades un poblado
de gente blanca que hablaban una lengua desconocida. Numerosas leyendas e
historias son corrientes entre los patagones, quienes contemplan con asombro y
distante superstición las laderas boscosas cuyas sombras nunca intentan
penetrar.” [32]
/ Cordillera de los
Andes /
Provincia de Río Negro
“Un comerciante que
viajaba con frecuencia por la Patagonia, refirió, al regresar de uno de sus
viajes, algo extraordinario que le había ocurrido. Dice que un día viajaba por la
precordillera, por el único camino que hay por la región oeste de Río Negro.
Iba muy cansado. Se apartó del camino y armó su campamento, en medio de las
montañas de la Cordillera. Vio entonces que aparecían a la distancia personas
desconocidas, muy distintas a las que viven en la región. Siguió a esas
personas, por curiosidad, y vio que entraban en una gran ciudad, rodeada por
una muralla. Las dificultades del terreno y el temor que sintió en esas
soledades le impidieron acercarse a la ciudad. Después de un tiempo volvió al
lugar y trató de llegar nuevamente a la ciudad misteriosa, pero no pudo dar con
el camino que encontró aquel día. Se trata, sin duda, según asegura el
informante, de un pueblo encantado de la Cordillera, del cual otras personas
han dado noticias también. Decía que algunos paisanos le han asegurado que
ellos ven siempre ese pueblo misterioso cuando pasan por esos lugares.” / Fuente.
Osvaldo Luís Rezzani. [33]
/ Cerro Tronador [Anon [34] / Amun Kar [35] / Lolol Mahuida / Tranjkañ Kalel] / Provincia de Río Negro.
“Anon llamaban los indios a este cerro, nombre que
significa quirquincho ó armadillo en lengua tehuelche; siendo tradición que
cada vez que pasa un viajero, el cerro lo saluda con un trueno; de modo que
hace las veces de vigía del Nahuel Huapi, anunciando a los indios de la otra
banda la venida de gente. La gente de Mascardi, no menos supersticiosa que los
indios, alarmada por aquellos ruidos, llamaron al gigante tehuelche el
Tronador, y lo que era estrépito de lurtes o derrumbes de ventisqueros, lo
atribuyeron á obra del demonio ó pelotones de nieve que tiraban los Césares.
Sin embargo, la reina Huenguelé decía que éstos estaban más lejos y señalaba
al sur. (...).” [36]
/
Colonia San Martín [Paraje Henno] / Provincia de Chubut
“Un día, mientras
estábamos cazando, nos sobrecogió un fuerte estampido que parecía un cañonazo,
y miramos hacia el oeste, vimos una nube de humo negro suspendida sobre los
picos de la cordillera. Mi compañero Jackechan me contó que, en otras visitas
anteriores a ese lugar, los indios habían observado columnas de humo análogos
en la misma dirección. Una vez, muy convencidos que el fenómeno era obra del
hombre, salió una partida con el propósito de entrar en las selvas y llegar a
las viviendas de los desconocidos residentes indicados, según creían, por el
humo. Recorrieron cierta distancia por el interior de los bosques de las
montañas pero las grandes dificultades de la travesía los obligaron al fin a
abandonar su empresa y volver sobre sus pasos. Naturalmente, es muy probable
que tanto la explosión como el humo procedieran de algún volcán ignorado en
actividad, pero los indios creen firmemente en la existencia de una tribu
desconocida o de una ciudad encantada u oculta. (...) Es difícil transmitir la impresión de espacio misterioso y de viviendas
indescubribles que causan al espectador las vastas soledades de las montañas y
selvas de la cordillera. Los inexplicables ruidos de rocas que crujen, ó las
explosiones de volcanes desconocidos, y los rumores más extraños aun que
parecen campanas y voces, todo sugiere á los naturales ignorantes y supersticiosos
la confirmación de las extrañas historias detalladas... (...).” [37]
/ Lago Los Palos / Provincia de Chubut
“Dicen en el lugar que la
Ciudad de los Césares quedó enterrada en el valle en donde estaba asentada, por
un terremoto y que después se formó allí el lago de Los Palos. En el fondo del
lago se ven enormes árboles que han quedado bajo el agua por un
movimiento de tierra que obstruyó la salida natural de las aguas, La gente cree
ver casas y torres de iglesias. Algunos dicen que han visto la ciudad
desaparecida, en diversas oportunidades, cuando andan de viaje, pero que no
todos pueden verla. (...).” / Fuente. Raúl Lahite [38]
/ Lago Buenos Aires / Provincia de Santa Cruz
“Oviedo [39] [Pedro
de] en su declaración dijo que “estaban los españoles del Obispo de
Plascencia en la parcialidad de los indios donde se emparentaron y que son
siete poblaciones en la orilla de un lago que está en la altura de cuarenta y
siete grados y medio.”
El único lago en latitud
indicada del grado 47 ½ es el lago Cochrane, que tiene forma alargada. Un grado
más al norte se encuentra el lago Buenos Aires, más grande y más accesible.
Este último lago fué en todo tiempo un punto de reunión de las tribus nómades
de la Patagonia, la tierra sagrada y lugar de sepultura de muchas de ellas. Es
posible que éste sea el gran lago en cuyas orillas se hallaban las tolderías de
los indios y donde establecieron su morada los españoles náufragos.” [40]
/ Estrecho de Magallanes / Provincia de Santa Cruz
“Un corregidor del
Perú, llamado Quiros ó Quiroga, cuenta en suma en su relación, que siendo de
diez años, estando en Amberes, se embarcó en un navío, y que caminando por las
costas de Magallanes, mucho antes del Estrecho, y metiéndose con la lancha por
un riacho, saltando á tierra, dieron con é1, el piloto, y todos los de la
lancha, unos hombres que los llevaron por tierra, y que llegaron á una gran
laguna; que alli los metieron en una embarcación, y aportaron á una isla en
medio de ella, en donde había una gran ciudad é iglesia, donde estuvieron tres días;
que no entendían la lengua; y que al partir les dieron dos cajoncitos de
perlas, que se cogian en aquella laguna.” [41]
[1] Carlos I de Austria o Habsburgo (1500 – 1558) reinó junto con su madre, Juana I de Castilla, sobre todos los reinos y territorios de España entre 1516 y 1556. Unió en su persona las coronas de Castilla y Aragón.
Luego, como Carlos V, fue Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y fue llamado el César, el César Carlos, Su Majestad Cesárea, el Viajero o el Ausente.
[2] Outes, Félix / El primer establecimiento español en el territorio argentino. En Anales de la Sociedad Científica Argentina. Tomo LIV. Imp. Coni hnos. Buenos Aires. (1902)
[3] Medina, José Toribio / El veneciano Sebastián Caboto al servicio de España. Tomo II. Imprenta y Encuadernación Universitaria. Santiago de Chile. (1908)
[4] Montes, Aníbal / La Noticia de César y el misterio del cacique Yungulo. (1952). Esta cita es solo referencial ya que por esos años aún no había llegado Pizarro al Perú ni Almagro a Chile.
[5] Latcham, Ricardo E. / La leyenda de los Césares. Su origen y su evolución. Imprenta Cervantes. Santiago de Chile. (1929)
[6] Latcham, Ricardo E. / La leyenda de los Césares. Su origen y su evolución. Op. Cit.
[7] Serra Gonzáles, E. / Fantasías, leyendas, verdades y mitos de la Villa de Merlo (San Luis). S / D. Bs. As. (1997).
[8] Blas Ponce era un antiguo poblador de Tucumán y muy rico debido a las encomiendas. Ayudó económicamente a Ramírez de Velasco para la fundación de La Rioja.
[9] Si bien ya se dijo que no resulta verosímil que Almagro entrara por Santiago del Estero a menos que hubiera tenido, como dicen algunos cronistas, en Perú noticias de la entrada de Francisco de César. Latchman dice: “En el Perú estas noticias eran muy corrientes antes descubrimiento de Chile y tanto Almagro como Valdivia tuvieron conocimiento de los rumores acerca de los Césares.”
[10] Latcham, Ricardo E. / La leyenda de los Césares. Su origen y su evolución. Op. Cit.
[11] Latcham, Ricardo E. / La leyenda de los Césares. Su origen y su evolución. Op. Cit.
[12] Estellé, Patricio y Couyoudmdjian, Ricardo / La ciudad de los Césares. Origen y evolución de una leyenda. HISTORIA Nº7. Santiago de Chile. (1968)
[13] Latcham, Ricardo E. / La leyenda de los Césares. Su origen y su evolución. Op. Cit.
[14] Medina, José T. / Colección de documentos inéditos para la historia de Chile. Vol. 16. Santiago de Chile. (1888)
[15] Montes, Aníbal / La Noticia de César y el misterio del cacique Yungulo. (1952).
[16] Montes, Aníbal / La Noticia de César y el misterio del cacique Yungulo. (1952).
[17] Martinez Sierra, R / El mapa de las pampas. Ministerio del Interior. Buenos Aires. (1975)
[18] De Gandia, Enrique / Historia crítica de los mitos de la conquista americana. J.Roldán y Cía. Buenos Aires. (1929)
[19] Medina, José. T. / Colección de documentos inéditos para la historia de Chile. Vol. 26. Santiago de Chile. (1901)
[20] Medina, J. T. / Colección de documentos inéditos para la historia de Chile. Op. Cit.
[21] Bayo, Ciro / Los césares de la Patagonia. Madrid. (1913)
[22] De Rosales, Diego / Historia General del Reyno de Chile. Imp. El Mercurio. Valparaíso. (1877)
[23] Latcham, Ricardo E. / La leyenda de los Césares. Su origen y su evolución. Op. Cit.
[24] “... entre las cuales se cautivó una india novilisima, que llamaban la Reina, [Huenguelé] ... por ser la mujer de un cacique principal, ... que vivía en los confines del Estrecho de Magallanes. (...) La Reina sumamente agradecida a Mascardi, le dio noticias de la Ciudad de los Césares i le prometió “de facilitarle el camino para ir alla. (...) Para probar que deseaban siempre servirle le trajeron dos indios que habian estado en la ciudad de los españoles. Ellos le dieron algunas noticias mal definidas sobre su jefe, que llaman Guinca (en araucano español), la ciudad y sus productos. En cuanto a1 camino, decían, que seguía por la orilla del rio que sale del lago Nahuelhuapi hasta salir a la mar brava, i desde alli van caminando otras cien leguas hasta llegar a la vista de la isla en que viven. Podemos figurarnos, segun eso, que la isla fuera la Tierra del Fuego.” En Fock, Francisco / Viajes de Fray Francisco Menéndez al Nahuel Huapi. Imprenta Guillet. Chile. (1900).
[25] Villafuerte, Carlos. / Leyendas de nuestra tierra. Ed. Corregidor. Bs. As. (1991).
[26] Payén / en voz pehuenche; (Según Olascoaga) Donde existe cobre.
[27] Payún / en voz mapuche; Barba en forma de pera. Aparentemente esta voz es la designación antigua del lugar, o sea la que le daban los pehuenches. La aplicación de la palabra Barba se debe a un paradero o paraje próximo al cerro donde era un puesto de crianza de ganado menos, caprinos. De allí Payún Matru, que en voz pehuenche significa Barba de Chivato similar a la forma del Cerro Payén. En Maza, J. / Toponimia, tradiciones y leyendas mendocinas. Op. Cit.
[28] Vidal de Batini, Berta. / Cuentos y Leyendas populares de la Argentina. Ediciones Culturales Argentinas. Bs. As. (1976).
[29] Lihué Calel / en voz mapuche; Sierras de la vida o De los cuerpos vivos. También; Cuerpo que reverbera. Sierra de la tripa gorda. “Aunque se tiene por araucano, no es del todo seguro que lo sea. Dicen algunos que Lihue tiene relación con los minerales existentes en las proximidades… (…). Otros afirman que Ihué tiene que ver con el verbo comer. En cuanto a Calel se interpreta como cuerpo, bulto.” En A.A.V.V. / Diccionario Geográfico de las Gobernaciones Nacionales. Op. Cit.
[30] Zeballos, Estanislao. / Viaje al país de los araucanos. Ed. Solar. Bs. As (1994).
[31] Vidal de Batini, B. / Cuentos y Leyendas populares de la Argentina. Op. Cit.
[32] Dixie, Florence / Across Patagonia. Richard Bentley & Son. Londres. (1880)
[33] Vidal de Batini, B. / Cuentos y Leyendas populares de la Argentina. Op. Cit.
[34] Anon / en voz tehuelche; Quirquincho. Otros autores lo llaman en voz mapuche “Tranjkañ Kalel”
[35] Amun kar / “El nombre mapuche que registra el jesuita Miguel de Olivares en el Siglo XVIII es amon, “avanzar”. La forma amunkar derivaría de amon, pero sobre kar en ese contexto no se encontró ninguna explicación lingüística satisfactoria.”
[36] Bayo, Ciro / Los Césares de la Patagonia. Op. Cit.
[37] Musters, George. / Vida entre los patagones. Ed. Solar. Bs. As. (1991).
[38] Vidal de Batini, B. / Cuentos y Leyendas populares de la Argentina. Op. Cit.
[39] Medina, J. T. / Documentos Inéditos para la historia de Chile. Relación que dio Pedro de Obiedo, natural del condado de Nieva y Antonio de Cobos, carpintero de la ribera, personas que venían en los dos navíos del Obispo de Plasencia. Memoria firmada de sus nombres que dejaron a1 licenciado Julián Gutiérrez de Altamirano.
[40] Latcham, R. / La leyenda de los Césares. Op. Cit.
[41] Cardiel, José. En De Angelis, Pedro / Colección de obras y documentos relativos a la Historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata. Imprenta del Estado. Bs. As. (1836).
Intrensatísimos relatos y mapas. Pero lamentablemente, la letra es muy pequeña y cuesta leer. Felicitaciones.
ResponderEliminarMarcela
ResponderEliminarLa extensión del trabajo hizo que me decidiera por ese tamaño de letra. Para la próxima publicación enmendaré la falta.
Gracias por el comentario